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Bienvenido al blog de El Conde. En este espacio encontrará el reflejo de obscuras obsesiones, fuente y matriz que impulsan estas historias.
Historias de amores, de agonías, de ese absurdo que surge de la fusión entre realidad y las ideas.

domingo, 28 de marzo de 2010

Poeta

Quiero que nadie hubiera dicho:
“Me gusta cuando callas”
Para que tu silencio
fuera el génesis de mis palabras.
“No sabes como necesito tu voz”
Para que la contradicción
fuera el beso que queda en mi boca
“Tu bien recuerda cuanto te amé, cuanto te di”
Para no oscurecerme
en tu ausencia de tormenta.
Pero no soy buen poeta,
parir versos no es lo mío.
Y si una noche no vuelvo
Desde la contra luz estarán
Los siempre cuerdos de siempre,
crueles contrastes de mi verdad,
dirán con la boca torcida:
No pensó en…….
No se acordó de…..
No valía la pena….
Los que saben te culparán
los que no lo supondrán.
Pero sabes que yo,
como una verdad irrefutable
planteado,
plantado,
plateado
en mil platacolores estaré
esperándote, en el lugar de siempre,
para cruzar el largo puente
que une mis sombras a las tuyas.

El Conde
Cinta curvada hacia abajo: El Conde

POSICIÓN

Permanecer en esta posición, con la frente pegada a las rodillas y los brazos rodeando la cabeza. Permaneces así todo el tiempo posible y es como si nada pudiera tocarte, como si ninguna premonición te pudiera alcanzar, o fuera posible.Y crees que marcar territorio es, o fue suficiente, que quedarte en la simple espera terminará con todo, que cuando de nuevo levantes la mirada un universo nuevo estará esperando ya conquistado por  tu simple existencia.Permanecerá la marca del olor de la piel de tus rodillas, de tu vientre, de tu sexo tal vez guardado por siglos.Pero no, todo seguirá igual, estarán ahí los dolores, las pocas o ninguna de las virtudes, todos tus errores, el tiempo y sobre todo el perdido

Otra vez, y una vez  más estarás vos.

El Conde

Afuera. El último beso


El afuera es siempre esa cosa que te espera, eso que se plantea como un horizonte oscuro. Como eso que se quiere alcanzar para volver.
Si hubiera sabido que ese fue el último beso……………..
Hay algo que se me pega, algo que tienen los focos de 25 en pasillos con el revoque caído, el olor a fritanga de las cocinas calientes con las paredes engrasadas, esa cosa que tienen las camas desechas, eso que tienen los patios oscuros, los baños húmedos con olor a jabón barato.
Si sabía que era el último, lo habría hecho durar más, habría mordido sus labios, habría………………….
Es algo que se me adhiere, como esa frescura de la piel de las viejas que solas salen a sentarse en la vereda después de bañarse a las ocho, que bien perfumadas con colonia se matan los mosquitos a palmadas. Es algo pegajoso como los besos de las sirvientas en el oscuro de las veredas. Como las manos de los novios, como la culpa de la infidelidad, como los llantos silenciosos de la lejanía.
Era el último, como no saberlo, para guardar su sabor, para recordar su respiración, para no olvidarlo para…………..
Se me pega eso como la indiferencia del viejo a las cortinas que puso su mujer hace veinte años, a todas las pelotudeces de pésimo gusto que se fueron amontonando en el modular y que nunca fueron bellas, ni nada, sólo basura para mirar y limpiar de tanto en tanto, se abrocha a mi como mi propia indeferencia a tantas cosas, a si combina la corbata, a si están planchadas las sábanas, a si el perfume corresponde a la estación, a si los cristales de las arañas están simétricos, a si Borges, a si lo que se escribe está bien o no, en todo eso hay esa cosa que se me pega, y me chupa haca abajo, tal ves sea la tierra que te empieza a chupar y atraer hacia si desde que llegas a este mundo, desde las primeras caídas ya te impone a golpes que le perteneces, Luego, en lo que te cuesta levantarte te explica que no es fácil desprenderte de ella, y después, cuando pasa el tiempo, se te precipita la cara hacia ella, hacia la tierra, las arrugas se van hacia ella, y es por que te está chupando, porque ya no resistes su exigente orden de pertenencia y un día se apropiará de vos y entonces todo será al divino pedo.
Y se me pasó el último beso, se me pasó y lo olvidé, de saber que era ese el último, no se…………..

El Conde


PERRO

Hay días en los que se me escapa la tristeza de su encierro. Son esos días en los que la primera palabra que pronuncio es tu noMbre, que es la llave de la jaula de mis días circulares. Son jornadas enteras de llorar lento, en silencio y hacia dentro. Todo se ve igual de verde, la oscuridad está en Mi garganta. Me atraviesan las horas y casi siempre, por la tarde, cuando se acerca la noche, llega la tormenta, una igual A la de la primera noche que estuviste sólo conmigo, exactamente la misma, trueNo por trueno, sólo que no estás.
Salgo al interior de una ciUdad cerrada de puertas y ventanas. Me encuentro con la sombra de tu ausencia en cada esquina, hasta que me acostumbro y me siguE.
A esa altura soy un perro de la calle. Busco tu mano para Lamer, tu mano, mi amor, tu mano. Soy pelos de perro, patas de perro, hocico jadeante, naturaleza de perro. Cruzo las calles invisible y fugaz, hasta que en una en la que quedó tu resplandor, me detengo en el medio. Las luces se acercan y me aturden, escucho el golpe en las costillas, el dolor. En idioma de perro de la calle, un aullido con tu nombre.
Despierto en otro de mis días circulares, pero tengo cuidado de que no se me escape la llave.

El Conde

Siempre tuyo, Franco.



Según las noticias, sucedió como tantas veces, cuando encontraron el cuerpo de Franco, tendido en su cama, en medio de miles de cosas amontonadas por todo el departamento.
El forense sentenció que la muerte habría sobrevenido aproximadamente cuarenta y ocho horas antes de ser encontrado por los vecinos, alarmados por la repentina ausencia de Franco en el ascensor y el olor que venía desde su morada.
Era un hombre de más o menos setenta años, de estatura baja y prominente abdomen, la cara siempre sonrojada, ojos miel y sonrisa abierta, Los antiguos vecinos lo llamaban: Don Franco; los más jóvenes del edificio sólo Franc. Nadie sabía a ciencia cierta a qué se dedicaba, unos sostenían que era bancario, otros que trabajaba de cajero en una mercería y otros que estaba pensionado y que no trabajaba. Lo cierto es que todas las mañanas en horario comercial, Franco bajaba su existencia por el ascensor, hombre de pocas palabras, no pasaba más allá del saludo.
¿Por qué llamarle a esto ascensor y no descensor? Debe ser como el destornillador y no atornillador. ¿Por qué tomar sólo una parte de las cosas? ¿Por qué nombrar las cosas sólo por una de sus funciones? ¿Por qué todo debe tener necesariamente una función específica? ¿Por qué todo debe funcionar?
A ver, hoy es día de San Valentín. Las calles están llenas de rosas, de olor a bombones, las tiendas exhiben desde sus vidrieras las más mínimas ropas, sin tener en cuenta el pudor de los pobres vapuleados maniquíes que se dejan explotar por un momento de fama bajo luz cenital. En las librerías se venden  por igual recetas de cocina afrodisíaca como Afroditas en la cocina.
Se compra, se vende, todos quieren tener  un amor, aunque sea por hoy, a quien regalarle algo.
Serán rosas para Jimena; perfume para Inés; un corsette para Lilí y un cenicero nuevo para Verónica, ella que fuma tanto. Me encanta esto del esmero de algunos comerciantes de decorar con pelotudeces como moños, cintas o el colmo de la imaginación, sólo un papel de seda saliéndose por la boca de las bolsas de cartulina.
Me gusta esto de los regalos, esta cuestión de los “días de…”. Pensar en las caras de los regalados cuando yo como regalante entregue el regalo, la sonrisa del sonreído y yo sonriente, sorprendido y sorprendente en ese ritual.
Escuché decir alguna vez que todo esto de “los días de….” es un invento del comercio para elevar las ventas. Es una vulgar mentira, a mi me gusta y lo hago como a mí me gusta: con total desinterés, sólo por imaginar las caras de los otros, ellos como ellos y yo como yo.
Mañana es día de los primos segundos, será otro día de elegir regalos. Me gusta tanto esto que inventaré días. Serán días de los que miran por el balcón, día de los que se limpian los pies antes de entrar y de lo que no, día de los que se peinan de derecha a izquierda y el de los que lo hacen al revés, del que saluda sin conocer a nadie, del que saca el brazo cuando maneja, del que vende flores, del que regala.
Mañana será otro “día de…”
Según el informe de la policía, era necesario, consideró el juez, la autopsia.
Consta también en el informe la descripción del escenario del hecho, en el que cuenta con lujo de detalles cada una de las cosas que estaban el departamento del occiso: cincuenta frascos de perfumes, cincuenta lapiceras, cincuenta juegos de pañuelos, cincuenta prendas de vestir intimas femeninas de varios diseños y medidas, cincuentas charolas de varios materiales, cincuenta hebillas para cintos, cincuenta ceniceros, cincuenta ramos de alguna flor seca, etc., etc., etc. Todos estos vastos objetos envueltos, algunos con mucho esmero, para regalo y con sus respectivas tarjetas en las que se podía leer, entre tantas: A Jimena con cariño; A Lilí de tu amor; A mamá con todo mi amor; A mi querido primo; Mi estimado señor que mira por el balcón; Para mi querida señora de los ruleros azules; A Verónica con todo el amor del mundo. Siempre tuyo, Franco.

El Conde

LA BUSQUEDA

1ra. Parte: Busco en bocanadas de aire , la vida, el sentido del mundo, de lo exterior, la luz, esa luz que me acompañará por siempre en toda mi vida, de la que querré huir a veces, y sin la que no podré vivir la mayoría del tiempo.
 Este medio de cosa invisible que de a poco me ahoga y de a poco me matará, y sin lo que tampoco podré vivir.
Esto que se muestra como un exterior, sólo para reafirmar mi interior, esto a lo que llaman mundo, esto que tendrá fin conmigo, que desaparecerá ineludiblemente conmigo en mi último segundo de vida.
En síntesis, busco la maldita vida, esa cosa que me matará.
2da. Parte: Existe un ritmo universal, un ritmo en el que existen todas las cosas, en el que suceden todos los hechos y el que creo o quiero creer permanecerá después de todo, antes de todo.
Debo aprender ese ritmo, es casi como un latido, pero no lo es, es casi como un fluido pero no lo es, es casi como una caída pero tampoco es, es casi como una risa si serlo, es sólo eso u ritmo, lo llevo escrito en algún lugar de mi, de ti de todos, pero no!
 Buscar el ritmo, encontrar el compás esa es la cuestión, pero el mío, el que haga música con el mayor, con el más grande con ese ensordecedor ritmo que no nos deja escucharnos, pero cada uno hace el suyo, por lo general en destiempo.
3ra. Parte: Buscar el sostén, el soporte a la indigna y vulnerable experiencia de existir.
Tal vez esa estructura seas vos, seamos nosotros es lo que me enseñaron, pero no lo sé. Porque cuando me salgo de la luz, desafino con mi ritmo y me aparto del mundo, sólo estoy yo, siempre yo solo. Todo lo que me ensañaron a buscar, no está, desaparece y todo vuelve a cero, nada de lo que recolecté en mi búsqueda suma, nada más me queda mi yo, este eterno yo que me persigue, que me mira desde dentro, y que a veces se esconde durante días para ver si lo extraño y lo busco, y siempre lo hago, sin mi yo no puedo, aunque sé que es el sicario de mi mismo.
4ta. Parte: La búsqueda ha sido ardua, ahora me buscan a mí. Me busca el tiempo, me llama el mundo hacia su centro.
Ha sido búsqueda de vida, consumiéndose en sí misma en el mismo acto de existir.
Busqué, el aire, el mundo, la vida, el ritmo, mi historia a mí mismo y los hallé en el mismo momento en el que los dejaba escapar una y otra vez.
Hoy, que no es otra cosa que una fantasía del tiempo, termina la búsqueda, la misma eterna búsqueda.

El Conde

Eso

Olvidemos los sonidos por un momento, seamos sordos.
Esto está desde un principio en los arabescos de los falsos bronces, de la falsa plata, del simulacro de cedro y el ausente brillo de la seda.
Está en los pliegues de los rostros, de las cejas, los ojos, esa maldita marca que empieza en la nariz recorta los labios y termina a cada lado de un mentón irregular de tenso. Todos esos rasgos hacia abajo, como una flecha indicadora de un destino.
Los ojos, inflamados, húmedos, mojados, empapados, inundados, fuera de foco, ojos que ven en blanco, negro y tonos de grises. Ojos que buscan, rebuscan, revuelven y no encuentran, no encontrarán, no encontraron. Ojos que son un no hacia dentro, un noema, una apología noetica.
Los pelos en caos, por partes húmedos sin explicación, sobre los hombros caídos, cansados y tensos de culpa sin la disculpa de un perdón perdido como la verdad que nadie se atreve a decir.
Los inútiles brazos, más inútiles que nunca, maldito y vil apéndice al pedo que rematan en unas manos que se abren y de golpe se cierran como garras, se crispan, se autoflagelan de deseo.
 Los gritos. Los sordos mudos gritos. Las palabras no existen todo es silencio en medio de tanto que se dice, es el altar de sacrificio de la palabra inconsistente, su negación absoluta y al mismo tiempo donde alcanza su máximo esplendor. No hay momento de mayor silencio con tanta bulla. Todo lo que se diga es silencio. A veces sólo se pueden oír los pasos que van y vienen, pasos lentos, con miedo a ser oídos, pero no para no molestar, sino para que eso no los alcance, eso que se derrama por las cortinas, se chorrea por el cuerpo que siente asco, terror, impotencia de no poderse sacudir eso que va dejando su huella para recorrerla después con más profundidad. Cae por los sillones, corre por el piso, por los cristales, que sale a la calle y se dispersa, se lo llevan los vehículos al pasar, las personas, las que miran y las que con temor simulan discreción y apuran el paso con temor y a pesar de ello, eso las roza erizando la espalda, tensando el cuero cabelludo y dan ganas de correr, pero se disimula y el paso se hace inseguro y frío. Eso se disipa en la calle, en la búsqueda de todos, en eso otro que llaman vida.

El Conde